Asesinato de Alfredo López Cisneros “el
rey lopitos”
Alfredo
López Cisneros, padre del ex presidente municipal, Alberto López Rosas, fue un
líder popular, mejor conocido como “Rey
Lopitos”. Nació el 23 de enero de 1923 en el barrio de la Iglesia, en Ometepec,
Gro. Fue hijo de Antonio López Vázquez y de Aurelia Cisneros Alvarado. Cursó la
primaria en la Escuela Vicente Guerrero, de la que era director el maestro Juan
García Jiménez, renombrado hombre de letras. Se distinguió como orador, y ganó
el aprecio del poeta y otras personas, porque declamaba bien en las fiestas
patrias y en los convivios. Desde temprana edad, mostró vocación de líder, al
hacerse eco de los problemas colectivos. Inició una huelga en la escuela a raíz
de la postergación de salarios y falta de prestaciones a los maestros, así como
por la carencia de útiles didácticos. A los 15 años, organizó a los campesinos
del poblado La Libertad, para defenderse de los acaparadores; en razón de su
activismo, fue electo secretario del comisario ejidal de la comunidad.
En
1935, emigró al puerto de Acapulco, en busca de mejor porvenir. Trabajó de
abonero de la Casa Carmina, que vendía ropa hecha y artículos del hogar, cuyo
dueño era el español Joaquín Tejedo. Al correr el tiempo, abrió el restaurante
La Chinita, en la avenida Cuauhtémoc, al cual siguió otro denominado Acapulco,
sobre la calle 5 de Mayo. A éstos concurrían personas de las diversas
posiciones sociales. Entre los asiduos, se halló el periodista Ignacio de la
Hoya Pinedo, director del diario La Verdad, de tendencia amarillista,
quien pronto hizo buenas migas con López Cisneros, a quien invitó a colaborar
como reportero y luego como gerente. El ometepequense fundó sus propios
rotativos, Unidad y Presente, que fueron bien
recibidos por su carácter tremendista. Siendo aún reportero, comenzó a
organizar a los porteños desposeídos. Creó, en principio, el Comité de Lucha
Contra la Carestía de la Vida, que, mediante el periódico La Verdad,
convocó a una asamblea para hacer el balance de los logros alcanzados por el
Comité, efectuada en la escuela “Estado de Guerrero” (hoy José Azueta), en aquella
reunión se formó la “Unión Inquilinaria de Acapulco”, de la que fue nombrado
presidente. Su objetivo era luchar contra los casatenientes e invadir terrenos
baldíos, fomentando la acción de los “paracaidistas”. A fines de aquel año,
López Cisneros encabezó la toma del fraccionamiento Mozimba y poco después, los
terrenos en la cañada de los Amates. En ambos casos encontraron el rechazo de
los propietarios, y fueron desalojados con violencia por la fuerza pública. En
una asamblea, el 5 de enero de 1958, celebrada en la Escuela Primaria Manuel
Ávila Camacho, los tres mil asistentes acuerdan apropiarse de la parte de la
barranca de La Laja; lo que sucedió al día siguiente. De inmediato se hicieron
presentes varios cuerpos policíacos para intimidarlos; pero, arengados por su
líder, los paracaidistas, con palos, machetes, puntas y uno que otro con
pistola, resistieron sin que estallara la violencia. Entre medidas de
seguridad, acuerdos y deliberaciones, nace, en una asamblea, la “Unión de Colonos
de La Laja”, la más poderosa organización política que haya tenido nunca la
clase popular acapulqueña. Para dirigirla, se nombra a López Cisneros.
El
10 de enero, miles de “lajeños” recibieron en el sitio conocido como la “Y” al
entonces candidato a la Presidencia de la República, Adolfo López Mateos (acontecimiento
que vino a determinar el futuro de aquella lucha); el orador, Alfredo López
Cisneros, pidió apoyo para legalizar la posesión de la colonia. En respuesta,
el candidato del PRI, que tuvo la gentileza de llamarlo “pariente”, se
comprometió a satisfacer las demandas y regularizar los terrenos, lo cual cumplió
a lo largo de su gobierno. Esto redundó en el liderazgo del hombre cuyo apodo
surge de sus efervescentes seguidores, concretamente de una mujer, que un día le
coloca en la cabeza una corona de flores con la siguiente anotación: “Rey
Lopitos”. En medio de risas y aplausos de algunos concurrentes, la dama se
dirige con estas palabras: “Esta coronación no es burla, es una demostración de
cariño a quien es nuestro rey, que nos dio terrenos, casa, trabajo, seguridad y
eso siempre requiere del reconocimiento de la gente que sabe agradecer”.
El
poder de López Cisneros llegó a ser tal que muchas de las decisiones de las
autoridades del puerto tenían que pasar antes por su consulta. Para cualquier
movilización de masas había que pedir el apoyo al “Rey Lopitos”. Incluso, en
elecciones fue decisiva su participación. Por eso, cuando llegó el momento de
la campaña para la Presidencia Municipal ganó, sin falta, el candidato que
favoreció con su apoyo, y quien le dio un puesto al líder lajeño; amén de lo
cual, el 1 de enero de 1966, López Cisneros protestó como síndico, al lado del
alcalde Martín Heredia Merckley, electos para el periodo 1966–1969.
Alfredo
López Cisneros, El Rey Lopitos, pertenece a ese grupo de
hombres y mujeres que cuando mueren tienen una "nueva vida". La
historia oral lo considera un líder popular que contribuyó a la fundación de
varias colonias populares en Acapulco; pero otra parte de la historia lo define
como un delincuente, cuyo poder lo hacía peligroso. Una vida entre la leyenda y
la realidad contada por Vilma Fuentes, en la novela Castillos en el
infierno (Alfaguara, 2006).
El
presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, le concedió una entrevista, a
la que asistió puntualmente. Acostumbrado a gritar y golpear los escritorios de
los funcionarios, con el mandatario no hizo la excepción y no respetó su alta
investidura. Como el presidente no emitió ninguna protesta, el líder pensó que
lo había asustado, o apantallado, como dice la expresión popular.
El
presidente, a través de un enviado especial, trató de hacer retroceder las
huestes de Lopitos, tierra arriba, para liberar los terrenos próximos a la
bahía. Lopitos ni se tomó la molestia de escuchar al representante de la máxima
autoridad del país.
Lopitos pensó que las calles bien trazadas que querían hacer en La
Laja eran para que la policía entrara rápidamente; que las viviendas modernas,
servirían para encerrar a los colonos como gallinas. Cuando se le expresó que
podían ser expulsados, soltó la carcajada y respondió: “Que vengan, aquí los
esperamos, porque ahora estamos preparados”.
En
cuanto abandonó el despacho, el presidente dio instrucciones para que, por los
conductos debidos, en donde no se le involucrara, se le hiciera llegar al
gobernador del estado la recomendación de que, en el término de 20 días,
Lopitos, dejara el mundo de los vivos.
Raymundo
Abarca Alarcón, gobernador del estado de Guerrero, profesaba resentimientos en
contra de Alfredo. No podía olvidar cuando el líder le dijo en el Ayuntamiento:
“No sale de aquí”, por no haber querido responder a la pregunta de un colono de
La Laja. Encomendó esta triste tarea a Urbano Luna Hernández, jefe de la
Policía Judicial del estado, quien también sentía odio por Alfredo, ya que lo
había atrapado el 6 de junio de 1958, durante el enfrentamiento entre Agentes
de la Policía Judicial del Estado y lajeños y lo amarraron a un árbol. Eso
representaba un episodio ofensivo para él.
Lopitos
tenía el privilegio de ir acompañado por varios elementos que cuidaban su
seguridad. Lo cierto fue que los hombres del gobernador no pudieron atentar
contra su vida. Así pasaron 28 días, 8 más del plazo señalado. Al enterarse el
presidente del fracaso del gobernador, impartió disposiciones en forma directa
a personas de su confianza para que prepararan el atentado, con el mejor
cuidado para que tuviera éxito. Agentes especializados de las secretarías de
Gobernación y de la Defensa Nacional fueron seleccionados por sus hazañas
sanguinarias. Aceptaron que ingresaran al equipo los policías de Guerrero:
Simón Baldéolivar Abarca (alias “el tuba”), Miguel Vélez y Chon. De esta forma
intervinieron militares, policías y civiles. Durante varios días marcaron rutas,
horarios, costumbres y actividades de Lopitos.
El
3 de agosto de 1967, a los policías del estado les tocó vigilar parte de la
Costera, de manera que el mayor tiempo lo pasaban en el Centro Nocturno el
Zorro; mientras que a los agentes de Gobernación y de la SDN les correspondía
un trecho de la Costera, Farallón y Ruiz Cortines.
Lopitos
se descuidó; Primero fue al centro nocturno Jazz Bar para admirar la variedad;
después se dirigió al “Armand’s Le Club” para cenar; uno ubicado por
Caleta y otro por la Base Naval. Estas actividades fueron vigiladas por agentes
a quienes se les había encomendado esas tareas. Al llegar a la glorieta de la
Diana la camioneta maniobró hacia La Garita.
Se
dio aviso a los elementos del Ejército y de Gobernación, quienes fueron los que
asesinaron al Rey Lopitos (Martínez, Alejandro. 2007).
Muere
a balazos, en la madrugada del 4 de agosto de 1967, en la Avenida Farallón de Acapulco, lo acompañaban Leonora y María Dolores Rayo
Barona, de 19 y 21 años de edad, Joaquín Pérez Hernández, “el Vecino”, y
Reynaldo Soto Aguilar, “el Chivero”.
Fuentes:
Aguirre, Adán. et
al. (2012). / López Cisneros, Alfredo.
/Enero 8, 2015, de Enciclopedia Guerrero Sitio web:
Alejo, Jesús.
(2006). LA BÚSQUEDA LITERARIA DEL REY LOPITOS. Enero 8, 2015, de fondo de
Cultura Económica Sitio web: http://www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/prensa/Detalle.aspx?seccion=Detalle&id_desplegado=451
Martínez,
Alejandro. (2007). / ¿Quién mandó matar
al “Rey Lopitos”?./ Enero 8, 2015, de Contralínea Guerrero Sitio web: http://www.guerrero.contralinea.com.mx/archivo/2007/septiembre/htm/Rez_Lopitos.htm