sábado, 2 de mayo de 2015


Asesinato de Alfredo López Cisneros “el rey lopitos”

Alfredo López Cisneros, padre del ex presidente municipal, Alberto López Rosas, fue un líder popular, mejor  conocido como “Rey Lopitos”. Nació el 23 de enero de 1923 en el barrio de la Iglesia, en Ometepec, Gro. Fue hijo de Antonio López Vázquez y de Aurelia Cisneros Alvarado. Cursó la primaria en la Escuela Vicente Guerrero, de la que era director el maestro Juan García Jiménez, renombrado hombre de letras. Se distinguió como orador, y ganó el aprecio del poeta y otras personas, porque declamaba bien en las fiestas patrias y en los convivios. Desde temprana edad, mostró vocación de líder, al hacerse eco de los problemas colectivos. Inició una huelga en la escuela a raíz de la postergación de salarios y falta de prestaciones a los maestros, así como por la carencia de útiles didácticos. A los 15 años, organizó a los campesinos del poblado La Libertad, para defenderse de los acaparadores; en razón de su activismo, fue electo secretario del comisario ejidal de la comunidad.
En 1935, emigró al puerto de Acapulco, en busca de mejor porvenir. Trabajó de abonero de la Casa Carmina, que vendía ropa hecha y artículos del hogar, cuyo dueño era el español Joaquín Tejedo. Al correr el tiempo, abrió el restaurante La Chinita, en la avenida Cuauhtémoc, al cual siguió otro denominado Acapulco, sobre la calle 5 de Mayo. A éstos concurrían personas de las diversas posiciones sociales. Entre los asiduos, se halló el periodista Ignacio de la Hoya Pinedo, director del diario La Verdad, de tendencia amarillista, quien pronto hizo buenas migas con López Cisneros, a quien invitó a colaborar como reportero y luego como gerente. El ometepequense fundó sus propios rotativos, Unidad y Presente, que fueron bien recibidos por su carácter tremendista. Siendo aún reportero, comenzó a organizar a los porteños desposeídos. Creó, en principio, el Comité de Lucha Contra la Carestía de la Vida, que, mediante el periódico La Verdad, convocó a una asamblea para hacer el balance de los logros alcanzados por el Comité, efectuada en la escuela “Estado de Guerrero” (hoy José Azueta), en aquella reunión se formó la “Unión Inquilinaria de Acapulco”, de la que fue nombrado presidente. Su objetivo era luchar contra los casatenientes e invadir terrenos baldíos, fomentando la acción de los “paracaidistas”. A fines de aquel año, López Cisneros encabezó la toma del fraccionamiento Mozimba y poco después, los terrenos en la cañada de los Amates. En ambos casos encontraron el rechazo de los propietarios, y fueron desalojados con violencia por la fuerza pública. En una asamblea, el 5 de enero de 1958, celebrada en la Escuela Primaria Manuel Ávila Camacho, los tres mil asistentes acuerdan apropiarse de la parte de la barranca de La Laja; lo que sucedió al día siguiente. De inmediato se hicieron presentes varios cuerpos policíacos para intimidarlos; pero, arengados por su líder, los paracaidistas, con palos, machetes, puntas y uno que otro con pistola, resistieron sin que estallara la violencia. Entre medidas de seguridad, acuerdos y deliberaciones, nace, en una asamblea, la “Unión de Colonos de La Laja”, la más poderosa organización política que haya tenido nunca la clase popular acapulqueña. Para dirigirla, se nombra a López Cisneros.
El 10 de enero, miles de “lajeños” recibieron en el sitio conocido como la “Y” al entonces candidato a la Presidencia de la República, Adolfo López Mateos (acontecimiento que vino a determinar el futuro de aquella lucha); el orador, Alfredo López Cisneros, pidió apoyo para legalizar la posesión de la colonia. En respuesta, el candidato del PRI, que tuvo la gentileza de llamarlo “pariente”, se comprometió a satisfacer las demandas y regularizar los terrenos, lo cual cumplió a lo largo de su gobierno. Esto redundó en el liderazgo del hombre cuyo apodo surge de sus efervescentes seguidores, concretamente de una mujer, que un día le coloca en la cabeza una corona de flores con la siguiente anotación: “Rey Lopitos”. En medio de risas y aplausos de algunos concurrentes, la dama se dirige con estas palabras: “Esta coronación no es burla, es una demostración de cariño a quien es nuestro rey, que nos dio terrenos, casa, trabajo, seguridad y eso siempre requiere del reconocimiento de la gente que sabe agradecer”.
El poder de López Cisneros llegó a ser tal que muchas de las decisiones de las autoridades del puerto tenían que pasar antes por su consulta. Para cualquier movilización de masas había que pedir el apoyo al “Rey Lopitos”. Incluso, en elecciones fue decisiva su participación. Por eso, cuando llegó el momento de la campaña para la Presidencia Municipal ganó, sin falta, el candidato que favoreció con su apoyo, y quien le dio un puesto al líder lajeño; amén de lo cual, el 1 de enero de 1966, López Cisneros protestó como síndico, al lado del alcalde Martín Heredia Merckley, electos para el periodo 1966–1969.
Alfredo López Cisneros, El Rey Lopitos, pertenece a ese grupo de hombres y mujeres que cuando mueren tienen una "nueva vida". La historia oral lo considera un líder popular que contribuyó a la fundación de varias colonias populares en Acapulco; pero otra parte de la historia lo define como un delincuente, cuyo poder lo hacía peligroso. Una vida entre la leyenda y la realidad contada por Vilma Fuentes, en la novela Castillos en el infierno (Alfaguara, 2006).
El presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, le concedió una entrevista, a la que asistió puntualmente. Acostumbrado a gritar y golpear los escritorios de los funcionarios, con el mandatario no hizo la excepción y no respetó su alta investidura. Como el presidente no emitió ninguna protesta, el líder pensó que lo había asustado, o apantallado, como dice la expresión popular.
El presidente, a través de un enviado especial, trató de hacer retroceder las huestes de Lopitos, tierra arriba, para liberar los terrenos próximos a la bahía. Lopitos ni se tomó la molestia de escuchar al representante de la máxima autoridad del país.
Lopitos pensó que las calles bien trazadas que querían hacer en La Laja eran para que la policía entrara rápidamente; que las viviendas modernas, servirían para encerrar a los colonos como gallinas. Cuando se le expresó que podían ser expulsados, soltó la carcajada y respondió: “Que vengan, aquí los esperamos, porque ahora estamos preparados”.
En cuanto abandonó el despacho, el presidente dio instrucciones para que, por los conductos debidos, en donde no se le involucrara, se le hiciera llegar al gobernador del estado la recomendación de que, en el término de 20 días, Lopitos, dejara el mundo de los vivos.
Raymundo Abarca Alarcón, gobernador del estado de Guerrero, profesaba resentimientos en contra de Alfredo. No podía olvidar cuando el líder le dijo en el Ayuntamiento: “No sale de aquí”, por no haber querido responder a la pregunta de un colono de La Laja. Encomendó esta triste tarea a Urbano Luna Hernández, jefe de la Policía Judicial del estado, quien también sentía odio por Alfredo, ya que lo había atrapado el 6 de junio de 1958, durante el enfrentamiento entre Agentes de la Policía Judicial del Estado y lajeños y lo amarraron a un árbol. Eso representaba un episodio ofensivo para él.
Lopitos tenía el privilegio de ir acompañado por varios elementos que cuidaban su seguridad. Lo cierto fue que los hombres del gobernador no pudieron atentar contra su vida. Así pasaron 28 días, 8 más del plazo señalado. Al enterarse el presidente del fracaso del gobernador, impartió disposiciones en forma directa a personas de su confianza para que prepararan el atentado, con el mejor cuidado para que tuviera éxito. Agentes especializados de las secretarías de Gobernación y de la Defensa Nacional fueron seleccionados por sus hazañas sanguinarias. Aceptaron que ingresaran al equipo los policías de Guerrero: Simón Baldéolivar Abarca (alias “el tuba”), Miguel Vélez y Chon. De esta forma intervinieron militares, policías y civiles. Durante varios días marcaron rutas, horarios, costumbres y actividades de Lopitos.
El 3 de agosto de 1967, a los policías del estado les tocó vigilar parte de la Costera, de manera que el mayor tiempo lo pasaban en el Centro Nocturno el Zorro; mientras que a los agentes de Gobernación y de la SDN les correspondía un trecho de la Costera, Farallón y Ruiz Cortines.
Lopitos se descuidó; Primero fue al centro nocturno Jazz Bar para admirar la variedad; después se dirigió al “Armand’s Le Club” para cenar; uno ubicado por Caleta y otro por la Base Naval. Estas actividades fueron vigiladas por agentes a quienes se les había encomendado esas tareas. Al llegar a la glorieta de la Diana la camioneta maniobró hacia La Garita.
Se dio aviso a los elementos del Ejército y de Gobernación, quienes fueron los que asesinaron al Rey Lopitos (Martínez, Alejandro. 2007).
Muere a balazos, en la madrugada del 4 de agosto de 1967, en la Avenida Farallón de Acapulco, lo acompañaban Leonora y María Dolores Rayo Barona, de 19 y 21 años de edad, Joaquín Pérez Hernández, “el Vecino”, y Reynaldo Soto Aguilar, “el Chivero”.



Fuentes:

Aguirre, Adán. et al. (2012). / López Cisneros, Alfredo. /Enero 8, 2015, de Enciclopedia Guerrero Sitio web:

Alejo, Jesús. (2006). LA BÚSQUEDA LITERARIA DEL REY LOPITOS. Enero 8, 2015, de fondo de Cultura Económica Sitio web: http://www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/prensa/Detalle.aspx?seccion=Detalle&id_desplegado=451

Martínez, Alejandro. (2007). / ¿Quién mandó matar al “Rey Lopitos”?./ Enero 8, 2015, de Contralínea Guerrero Sitio web: http://www.guerrero.contralinea.com.mx/archivo/2007/septiembre/htm/Rez_Lopitos.htm



No hay comentarios:

Publicar un comentario